"Uruguay es viable a mediano y largo plazo"

Usted habla en términos de este trimestre y de los primeros meses del año que viene. El horizonte posterior ¿no se lo plantea?

Es que el horizonte posterior es lo que estamos construyendo ahora. Ese horizonte posterior, primero significa un país que en el largo plazo mantiene sus características básicas de país serio, confiable y humano.

Hay una interacción muy fuerte entre la manera de ser de una población y todo lo demás, su cultura, su economía, su trabajo. No son rubros separados. Podrán tener a veces reparticiones administrativas separadas, pero hay una fuerte interacción y con su destino, geografía y razón de ser.

Un país pequeño como el nuestro, inserto en un mundo tan cambiante, ¿tiene un destino de largo plazo?

El Uruguay tiene un enorme potencial. Es el nudo de comunicaciones de la región y lo es por geografía, lo es por historia, lo es por la cultura y capacidad de su gente. Tiene un sector primario con excelentes condiciones de mejorar, con las dificultades que tiene el mundo para los sectores primarios, no lo olvidemos, y ha ido desarrollando un conjunto muy valioso de personas aptas para los servicios, la tecnología, la industria y demás.

Todo ello en un mundo muy competitivo que a veces se cierra mucho, pero a partir de esos datos de la realidad y con este camino donde vamos afirmando esos valores que se extienden al agro, a los servicios bancarios, a los servicios de comercio, de turismo, de lo que usted quiera, y manteniendo estas bases, el Uruguay tiene un excelente destino.

Es en los momentos difíciles cuando una sociedad marca su impronta, su carácter y su rumbo. A veces en tiempos muy cortos, a veces con reacciones casi instintivas, porque hay ocasiones en que los tiempos son tan cortos que lo que más vale es la manera de ser. Yo percibo eso, estoy convencido, creo que el país tiene un horizonte de mediano y largo plazo, no sólo viable, sino que si nos animamos a hacer un conjunto de cosas, muy viable y muy sustentable.

Alejandro Atchugarry | Ministro de Economia y Finanzas / El País  07/10/02

El profesor Robert Kennedy investigó además el apoyo que brinda la fundación Endeavor para el desarrollo del sector

Un pequeño país, una gran cultura

Cuando el Imperio español se asomó a estas márgenes del Plata y no encontró oro ni metales preciosos sino charrúas, sintió desprecio por esta "tierra sin ningún provecho". ¿Para qué servían esos salvajes que, imposibles de domesticar, ni siquiera valían como mano de obra regalada?
Ni Hernandarias imaginó que esas pocas cabezas de ganado que se le escaparon, además de convertirse en una decisiva fuente de riqueza, terminarían con el tiempo por sustentar el surgimiento de una nueva sociedad, con tradiciones y valores propios. En ésta, el culto al coraje del gauchaje que poblaba la campaña rivalizaba con los comerciantes del puerto, cuyos hijos, ávidos lectores de Montesquieu y Diderot, creían que los procesos sociales se podían calcular con la misma precisión con que sus padres cortaban los paños importados de Londres.
No se salieron con la suya ni el facón ni la letra impresa, pero, en este entrevero de "civilización y barbarie", se forjó una cultura particular, al ritmo de los barcos que iban y venían con las bodegas cargadas de cueros y tasajo, pero también de osadas ideas, nuevas consignas y desafiantes propuestas.
Como tantos otros países latinoamericanos, Uruguay vibró inicialmente al ritmo de la Bolsa de Londres y de la Opera de París. Hasta a Latorre, dictador pero ilustrado como el que más, se le llenaban los ojos de lágrimas cuando las sopranos italianas morían de amor y tuberculosis en el escenario del Teatro Solís.
Entretanto, a un Uruguay que se poblaba de fábricas y bancos, además de sudor y músculo, los inmigrantes aportaron nuevas maneras de entender, sentir y soñar la realidad. Y al poco tiempo de que Rodó reivindicase la primacía del espíritu, Herrera y Reissig ya rivalizaba con Lugones por la patria potestad de los crepúsculos modernistas.
Lo cierto es que Uruguay entró en el siglo XX pisando fuerte, tanto en lo económico como en lo social, hasta convertirse en un país modélico. A la vigencia de las libertades democráticas y un respetable nivel de vida se unió un hecho que, en el continente, aún hoy constituye un milagro: la alfabetización de casi toda su población. Así, en uno de los países más pequeños de América pudieron confluir y acrisolarse las filosofías y estéticas más relevantes y atrevidas del mundo.
Actualmente, ser uruguayo es una manera de ser. La gran actividad cultural del país, que se manifiesta en todas las áreas del pensamiento, el arte y la ciencia, y que como tal es reconocida internacionalmente, hunde sus raíces en un estilo de vida inconfundible, también reconocido en todo el mundo.
En una amalgama de mesurado orgullo y sabia humildad, la cultura del país es una larga lista de nombres ilustres y obras consagradas, pero también la charla de café, el mate pronto y la celebración del gol. En última instancia, de cualquier gol. Por supuesto, mientras no sea en contra.

Fuente: © 2002 Observa.com.uy.