Un gran secreto: Simple.
Vivir una vida con sencillez y simpleza. Este es un gran desafío para nuestras costumbres,
pero eso sí, una vez logrado, nos adentramos en el verdadero sendero de la felicidad. Hoy afirmo esto sin duda alguna.
En nuestra cultura actual, muchos de nosotros aprendimos a ser un triunfador, a ser una persona realmente exitosa por aquello
que lográbamos. Una trampa más del Ego a fin de cuentas. Desde muy pequeños se nos enseñó a que ser el mejor era lo más importante
y durante muchos años, varias figuras públicas y líderes de opinión han alimentado esta creencia. Tener más y demostrarlo,
ese era el secreto del éxito. Incluso, hoy en día (Mayo, 2002) me alarmo ver cómo se siguen publicando libros y revistas en
donde se le enseña a la gente a triunfar teniendo más y más. Acumulando riqueza como sinónimo de éxito. Y me alarma por lo
que hoy compartiré contigo.
Por supuesto que no estoy peleado con la riqueza material, no en absoluto. De hecho, la genero, la disfruto y la comparto.
Pero la gran diferencia consiste en vivir esa riqueza material con una Nueva Conciencia de dicha riqueza. Sabiendo que aún
así, la vida puede ser sencilla y simple. Y es más, esa sencillez y simpleza entonces adquieren un sabor exquisitamente más
saludable. Veamos por qué digo esto.
A lo largo de mis años de estudio en el apasionante mundo de la superación personal y el desarrollo humano, en todas, absolutamente
en todas las personas que han sido verdaderamente exitosas, he observado que les caracteriza una gran capacidad para desprenderse
de las cosas que tienen y una franca libertad en su vida, resultado de vivir con pocas o ninguna atadura material. Una de
las más grandes manifestaciones de evolución espiritual en un ser humano, como estoy aprendiendo en mi vida actual y continúo
es la capacidad de no necesitar nada. Y he aprendido que la sensación de necesitar es el resultado de querer tener más y mejores
cosas. Ahí entra en juego otra vez nuestro ego. El ego, tan alimentado por la mercadotecnia y publicidad actuales, siempre
quiere tener lo último, lo más moderno, lo más sofisticado, y así se sucede un juego de nunca acabar. Y lo que nunca acaba
no es precisamente el juego, sino la ansiedad y preocupación que el juego genera. Tal vez por eso, las personas más espirituales
que he conocido me han enseñado a no ver televisión ni alimentar mis pensamientos ni mi corazón con la enfermedad que genera
el ego: ansiedad, preocupación y temor. Sino más bien todo lo contrario, me han enseñado a vivir una vida con mayor ligereza,
con mayor simpleza, con mayor paz a fin de cuentas. Y es que, como lo he comentado en varias de mis publicaciones y conferencias,
esa gran dualidad que vivimos: Ego-Espíritu, siempre nos hará buscar dos objetivos distintos. El ego busca Ganar. El espíritu
busca Paz. Eso es todo. Y la diferencia en calidad de vida es tremendamente significativa.
Hace muchos años, cuando yo todavía no conocía varias verdades de esta Vida, confieso que era un digno representante de la
sociedad de consumo actual. Cualquier amigo o amiga que tuve en mi pasado puede dar fe de lo que aquí expreso. Yo era una
de esas personas que cuando salía al mercado una nueva computadora, con mejores funciones, con más velocidad en su procesador,
con mucha mayor capacidad de memoria, de inmediato la compraba. Era la sensación que tanto disfrutaba mi ego de tener la mejor
hasta el momento. No fue sino años mas tarde que descubrí que cada tres meses salía una computadora más sofisticada y con
tecnología más avanzada. Así llegué a comprar cualquier cantidad que prefiero omitir. Y lo mismo me sucedía con el software
de dichas computadoras. Siempre quería lo último, lo más reciente, lo mejor hasta el momento. Mucho, más y mejor, las tres
Ms que generan ansiedad producida por nuestro ego. Luego de tantos cambios de computadoras en mi vida, llegué a una conclusión
que todos estos cambios me generaron: vivía una acrecentada ansiedad. Yo era de esas personas que incluso dejé de dormir por
toda la noche ¡y esto lo hice varias veces! hasta no ver funcionando perfectamente algo que había fallado en mi computadora.
Todo el día siguiente era un auténtico zombie, con todas las nefastas consecuencias que esto acarreba. De hecho, ahora
que te lo estoy confesando, hasta cierta pena me da. ¡Cuántos errores cometemos cuando no sabemos lo que verdaderamente importa
en la Vida! Hoy, todavía me admiro que, habiendo mejores computadoras que la que tengo mucho mejores he preferido ya ni moverle.
Aprendí que genera tanta angustia actualizarse en estos sistemas, como a un pez sacarlo del agua por varios minutos. La paz
se pierde totalmente. Vamos, ni se puede hablar de paz cuando se vive bajo la prisión del ego, siempre queriendo mucho, más
y mejor.
Hoy, me admiro que conociendo más y más de sistemas computacionales, he preferido solo observarlos, pero ya no adquirirlos.
Hoy he aprendido a desprenderme de esa tonta necesidad de las 3 Ms. Hoy hasta me resulta increíble que cuando pienso en una
computadora, ahora ya solo pienso: ¿Tiene un programa cualquiera donde pueda escribir y ya? Sí. Entonces, es todo lo que necesito.
No más. ¿Y si se va la luz? ¿Tiene no-break? ¿Dura lo suficiente su batería? No sé. Bueno, en ese entonces, tomo una simple
hoja de papel en blanco y mi lápiz. Eso es todo. No me enojo, no me angustio, no me preocupo. Todo está bien. Hoy, si falla
mi computadora porque le entró algún virus, simplemente la apago y me voy a tomar un café con mi mejor amiga. Me espero a
que pase el fin de semana para que a la semana siguiente, le busque solución. Si se arregla, qué bueno, si no, pues ya se
encontrará solución con algún experto que luego buscaré. Todo bien. Todo en orden. La vida sigue siendo bella. Esto me pasa
hoy, cuando hasta hace un par de años, si algo fallaba, rápidamente llamaba a mis conocidos expertos en sistemas de computación
y los invitaba a que fueran de inmediato a mi oficina hasta que quedara todo resuelto. Así sucedió muchas veces. Muchas veces
nos quedamos hasta altas horas de la madrugada intentando arreglar el desperfecto para que, hasta el final, se solucionara
con la radical y dolorosísima opción de reiniciar la computadora con el software original; horas y horas previas que se perdieron
en la nada del absurdo. En nuestra época actual, ¡cuánto puede depender un ser humano de una computadora y cuánto tiempo puede
perder en ella! Pero hoy he descubierto que esa dependencia es por no conocer que hay algo mucho más valioso e importante
que la más terrible pérdida de información en una computadora. Muchas horas que pasamos frente a la máquina podrían invertirse en amar a
alguien... ¡seríamos grandes amantes! Y eso lo he descubierto desde que algo está pasando en mi vida (así titulé una columna
que está publicada en mi página de Internet y en donde el lector podrá comprender más de esta Nueva Conciencia que estoy viviendo
hoy).
Quise comentarte este ejemplo de computadoras por suponer que si me estás leyendo en Internet, es muy posible que te haya pasado algo similar.
Pero este ejemplo, es meramente un ejemplo más de los muchos que hay en la vida cuando vives inmerso en las trampas
del ego. Te citaré varios ejemplos de la vida diaria más adelante. En tu forma de vestir, en tu forma de trabajar, en todos
los bienes materiales que te gusta adquirir, hasta en tu cuerpo, puedes encontrar trampas del ego que te hacen llevar una
vida complicada y llena de necesidades para que logres sentirte bien. ¡Ja! ¡¿Sentirte bien?! Esta es de las ironías que descubres
cuando empiezas a crecer espiritualmente: todo aquello que antes creías te ayudaba a sentirte bien y más seguro, son esas
cosas precisamente las que te alejan de la más auténtica seguridad y bienestar. Poco a poco, conforme vas creciendo y desarrollándote
espiritualmente verás que menos significa más. En tener menos dependencia de las cosas y las personas, más paz experimentas
en tu vida. Esto apréndelo de una vez por todas.
Y es que en la preciosa evolución espiritual de un ser humano, vas descubriendo que cada vez necesitas menos y menos. Cada
vez te van a sobrar más cosas. Cada vez te puedes desprender de más y más.
Bien sé, con todo respeto a ti, mi querido lector, que si estas líneas te resultan un tanto extrañas, es perfectamente normal
que así te suceda, sobre todo si todavía no ha llegado tu momento de despertar a una Nueva Conciencia. Si todavía te sigue
motivando en tu trabajo un mejor nombramiento, más dinero a ganar, demostrar que tú eres el mejor, y todo ese tipo de necesidades
del ego, pues por supuesto que puedes pensar que en esta ocasión me fumé algo más allá de lo permitido públicamente por las
autoridades del sector salud. Pero no. Dejémoslo ahí. Estoy en mi más pleno momento, y poco a poco, adquiriendo un mayor compromiso
con la sencillez. ¡Hoy me sobran tantas cosas! Mismas cosas que antes sentía imprescindibles para vivir bien. La vida cambia,
sin duda. O mejor dicho, cambiamos en la Vida. Allá afuera todo está igual, pero en nuestro interior, las prioridades cambian.
Y cambian conforme uno va descubriendo el gran secreto: una vida simple.
El camino hacia
la sabiduría exige sencillez,
al menos por
un tiempo, con el fin de que nos sintamos
libres para
pensar y no sólo hacer.
- Jennifer James.
Autora de Veinte
pasos hacia la Sabiduría.
Hasta hoy empiezo
a entender cabalmente la filosofía en que coinciden guías espirituales como Jesucristo, Buda, Bagabad Gita, la madre Teresa,
Mahatma Gandhi, San Francisco de Asís, etc. En todos ellos, un gran secreto: simple. Llevar una vida simple. Hoy sé que ese
es un gran camino que se transita con enormes momentos de alegría y felicidad.
Hoy, que he aprendido tantas diferencias entre el ego y espíritu humanos, comprendo tanto a mis pacientes que, por ejemplo,
no se permiten salir de vacaciones porque ¡temen dejar la casa sola! Alguien puede entrar a robar. Y sí, tienen tanto y se
han vuelto tan dependientes de esa acumulación material, que teniendo tanto, no pueden disfrutar de unas vacaciones en paz.
¡Cuál paz! Una vida arraigada a bienes materiales nunca podrá encontrar la verdadera paz. Aquí, al citar este ejemplo, quiero
volver a insistir que no estoy en desacuerdo con tener abundancia material, pero en lo que sí estoy en desacuerdo es en depender
de esa abundancia. Tal vez aquí es en donde se puede aplicar la gran verdad que dice: Prefiere, pero no necesites nada. Tú
y yo, claro que podemos preferir vivir en abundancia material, pero el desafío está en no necesitarlo. ¿Me expliqué? Ojalá.
Hoy me da risa, con todo respeto (si existiera la palabra respetísimo la usaría) cuando luego de una hora de consulta, alguno
de mis pacientes me dice una y otra vez que ya no soporta a su pareja por todo lo que tiene que corregirlo, por todo lo que
tiene que decirle para que entienda determinada cosa. Luego de una hora en que escucho con atención su continua queja y dolor,
mi paciente me pregunta: Doctor, dígame qué hacer, qué me recomienda, ya no aguanto más vivir así.... A lo que le respondo:
Deje de hacerlo. Eso es todo. Simple. Y me callo. Los ojos de mis pacientes suelen exorbitarse cuando digo esto. Han de pensar:
¿Y todo el dinero que pagué fue para escuchar esto?. Y luego, a la semana siguiente se me exorbitan los ojos a mí cuando me
suelen decir mis pacientes: ¡Gracias doctor! Hice lo que me dijo y todo ha cambiado. Mis problemas desaparecieron.... Lo que
te platico aquí es verdad. Así me ha sucedido y las simples medidas que se requieren para desaparecer un problema son impresionantes,
precisamente por el grado de su simpleza.
Conozco gente que no puede salir de casa sin arreglarse. Gente que si no combina perfectamente bien su ropa, si no da la Imagen
del Éxito, se siente insegura y por ningún motivo saldría. Y también he tenido la fortuna de conocer a gente que con una simple
T-shirt y sus Jeans junto con unos zapatos cómodos, se sienten perfectamente bien y listos para salir de casa. Por supuesto
que el grado de felicidad y paz en ambos ejemplos es terriblemente distinta. En el segundo caso se está más cerca de la verdadera
felicidad. Alerta: no digo que el primero esté mal. A lo largo de toda esta columna no he usado calificativo alguno refiriéndome
a que alguien esté mal o no. Simplemente estoy acotando que existen diferentes grados de despertar. Eso es todo. Lo he aprendido
y, como todo lo que aprendo y juzgo bueno para la evolución del ser humano, lo comparto de inmediato.
Hasta hace unos años, cuando iba de viaje a dictar alguna de mis conferencias, llevaba una maleta tan grande como si fuera
a un Tour de Conferencias por el país que me invitaba. Y no, solo iba a una conferencia. Pero cargaba tanto, por cualquier
cosa que se fuera a necesitar. Hoy me impresiono de esto. Hoy ya he empezado a viajar alguna que otra vez sin maleta ninguna
y la sensación de libertad es tan grande en esa simpleza con la que uno puede viajar que no la cambio por nada. Es tan novedoso
esto para el cerebro de muchos de nosotros que, hasta cuando me bajo del avión viajando tan ligero, de vez en cuando todavía
siento que algo se me olvida porque no estoy cargando nada. Y no, nada se me olvida. Si no lo has vivido, te confieso que
es algo maravilloso. Déjame te platico otra: Hace unos quince días llegué a una de mis conferencias en otra ciudad y cuando
desempaqué, me di cuenta de que no llevaba cinturón. Si esto hubiera pasado hace unos años, de inmediato llamaría a mi asistente
para que hiciera lo que fuera necesario y me consiguiera uno de determinado color para que combinara con mi zapatos y mi traje.
De lo contrario juzgaría casi imposible salir a dar mi conferencia. Hoy en cambio, cuando me di cuenta de que había olvidado
el cinturón, simplemente me puse el pantalón y con toda certeza nunca se me caería de la cintura. Me apretaba tanto el pantalón
que sin duda no corría ese riesgo (de hecho, nunca lo he corrido con la cinturita que tengo). Simplemente salí así a dictar
mi conferencia. Todo un éxito.
Hasta hace unos años, me parecía imposible dictar una conferencia si no iba vestido con los cánones y protocolos del bien
vestir, dignificando quien era y la autoridad que como conferenciante internacional había adquirido, y también por aquello
del respeto al público. La semana antepasada dicté una conferencia vestido con una simple camisa de manta y mis pantalones
de igual material. Eso era todo lo que traía puesto. Ha sido una de mis más ovacionadas y maravillosas conferencias que he
dictado en toda mi vida y, modestia aparte, he dictado miles de conferencias a lo largo y ancho de este continente y algún
otro.
Permíteme platicarte esto: hace varios años, cuando daba clase de liderazgo en un afamado colegio aquí en México, asistí a
una junta de maestros. En ese entonces yo era el más joven (y por mucho) del claustro profesoral. Tal vez esa juventud me
hacía impresionarme ante todos mis colegas; según esto, brillantes directores de empresas que se reunían a analizar los programas
de estudio. Pues allí estaba yo. Recuerdo las miradas de varios de mis colegas como no creyendo que un chavo estuviera ahí,
pero en fin, me tenían que aguantar porque los resultados de las encuestas que ese colegio hacía a todo su alumnado, mostraban
la evidencia de que yo era el mejor, quien había sido calificado con las cifras más altas de todo el claustro profesoral (ejem!
modestia aparte). El caso es que ahí estaba, quería aprender de mis colegas, gente mayor, con más experiencia. Y recuerdo
que en pleno momento de opiniones (yo solo observaba), un maestro de dicho colegio, con voz impostada y con aires de grandeza
y elocuencia, arremetió diciéndonos: ...la calidad de un maestro se nota desde el reloj que usa.... Hum..., en ese entonces
me lo creí. Alcancé a traer uno de los relojes más finos que existen. Me sentía bien dando clase así. Hoy..., no uso reloj.
Me siento muchísimo mejor.
Hasta el año pasado, en los más de 10 años de haber fundado la Organización Nueva Conciencia, siempre le pedí a mis colaboradores
que fueran excelentemente bien vestidos, preferentemente de traje (los hombres, por supuesto) y de finos vestidos o traje
sastre a las damas. Hoy, a partir de enero del 2002, les dije que ya no se iba a usar traje en Nueva Conciencia, que podían
ir vestidos como quisieran (con el lógico respeto a una institución). Desde enero, el ambiente de trabajo en mi empresa ha
mejorado ostensiblemente. Se siente más juventud. Se comparten más momentos de amistad y camaradería. ¡Desaparecieron las
corbatas! Y todo sigue bien, extraordinariamente bien. Sin duda ha sido una formidable experiencia. Recomiendo que intentes
algo así en tu empresa (si es tu caso). Observa y mide las consecuencias y luego, valora ese cambio.
Creo que la conclusión es simple (hoy hasta la conclusión salió simple): te recomiendo vivir una vida más simple y sencilla.
Eso es todo. Voluntariamente despréndete de todas aquellas cosas que, siendo sincero, te preocupan conservar o cuidar. Es
tiempo muy valioso gastado en vanidad. No vale la pena. Alerta: por tercera vez en esta columna no quiero que creas que te
invito a hacer a un lado la riqueza material, no. A lo que te invito es a que, si esa riqueza material te arrebata calidad
de vida, entonces sí, elimina esas cosas, te sobran. Vamos, en otras palabras, disfruta de la riqueza material si la tienes,
no la padezcas. Ahí comprenderás que la abundancia no es algo que se llega a tener, sino algo con lo que se llega a sintonizar.
Elimina de tu vida todo aquello a lo que sientas apego. Poco a poco. Verás cuán libre y dichoso empezarás a sentirte, más
seguridad empezarás a vivir, de la verdadera seguridad, de esa que se lleva dentro. Algún día, tarde o temprano, te darás
cuenta de esto. Verás que si me crees en lo que hoy te digo, poco a poco sentirás que cada vez más cosas te sobran. Cada vez
quieres menos cosas y deseas compartir más bellos momentos conversando con quien amas. Tendrás más gozo al tener contacto
con la naturaleza que con cualquier otro centro comercial. Apreciarás más el arte y necesitarás de menos cosas para vivir.
En pocas palabras, disfrutarás más de la Vida y ese disfrute será más auténtico. Incluso, si ya empezaste a vivir la dicha
de vivir así, te empezarás a cuestionar por qué no lo hiciste antes.
¡Ánimo! Nadie puede dar marcha atrás y crear un nuevo comienzo, pero cualquiera puede empezar ahora mismo y crear un nuevo
final. Hoy (posiblemente tarde, posiblemente no) he aprendido con esta Nueva Conciencia que es mejor perder mi orgullo por
alguien a quien amo que perder a alguien a quien amo por mi orgullo. Y te digo esto porque vivir simple te da la oportunidad
de incluso abandonar tu orgullo (que es muy complicado) en pos de un ideal superior. Lo estoy empezando a vivir y no te imaginas
cuán valioso es.
Hoy te podría explicar (como lo estoy haciendo últimamente en mis columnas) cada punto que te recomiendo, pero para ser más
congruente con el tema que elegí hoy, tan solo te compartiré estos puntos poniéndolos a tu consideración:
1. Libera a tu corazón del odio. Es más simple de lo que crees.
2. Libera a tu mente de preocupaciones. Es más simple todavía.
3. Vive simple.
4. Da más.
5. Espera menos (mucho menos).
Es todo. Te
puedo garantizar que estos son cinco puntos que puedes practicar a lo largo de esta semana y experimentarás felicidad en tu
vida. Te lo puedo asegurar. Luego, serán tu estilo de vida.
Un gran secreto: simple. ¿Por qué se me antojó nombrar así a mi columna, como un gran secreto? Pues quizá porque, como todo
secreto, casi nadie te lo dice. Piensa y vive de acuerdo a este gran secreto, comienza a vivir un compromiso con la sencillez
y verás que los encantos de una vida simple generan una maravillosa...
¡Emoción por Existir!
Alejandro Ariza.